Se ha elegido una planta elíptica porque da mejor respuesta a la forma triangular del solar que cualquier otra forma derivada del rectángulo. El perímetro curvo nos permite alejarnos de las viviendas próximas mucho más que si se mantuviera el paralelismo con la fachada de las  mismas. La forma ovalada del graderío permite, además, situar a los espectadores tan próximos al terreno de juego como es posible, disminuyendo las distancias máximas de visión.

El volumen unitario elegido se deforma hacia el oeste creciendo en planta y sección a través de voladizos sucesivos que permiten albergar el programa más específico de esta zona del graderío. El mismo gesto orienta el estadio hacia las vías de entrada a la ciudad, afirmando su presencia en el entorno como pieza necesariamente singular.

En cuanto a la cubierta, una geometría generada por dos parábolas perpendiculares, una deslizándose sobre la otra, se consigue una superficie desarrollable, de ligera curvatura. Esta geometría, que alcanza de manera natural la altura sobre el terreno de juego necesaria para disponer la iluminación,  permite que la totalidad de la cubierta pueda cubrirse con paneles de vidrio con células fotovoltaicas incorporadas. Así, la transparencia de la cubierta puede variar según las zonas y todo ello ligado a la producción de energía.

La fachada se construye con elementos verticales de vidrio  prensado y reciclado en un 80%, utilizando así uno de los pocos materiales vítreos que cumple con los más exigentes estándares de sostenibilidad.

El carácter translúcido del edificio lo convierte en una lámpara durante la noche. La iluminación repite el mismo mecanismo que el volumen,  partiendo de una muy baja intensidad hacia el este, la zona de las viviendas, y creciendo hacia el oeste, donde se producen los sucesivos voladizos.